Los problemas con la piscina de La Monxina son solo la punta del iceberg de algo que está creciendo en nuestros barrios: una juventud que se siente desubicada y desconectada. Mientras algunos siguen sosteniendo la fantasía de que la ciudad de Oviedo está bien repartida y que las oportunidades llegan a todos por igual, la realidad es que las inversiones y la atención institucional se concentran en las zonas de mayor rentabilidad económica y turística. Entre tanto, se van creando bolsas de desmotivación, frustración y falta de referentes.
Muchos vecinos y vecinas se sorprenden cuando surgen comportamientos conflictivos, la razón es que cuesta ver que todo forma parte de un mismo hilo conductor. Un factor que define a muchos vecinos y vecinas de La Monxina es el vivir una vida entera en un barrio de corta edad, el cual empezó de cero cuando eran jóvenes. Por supuesto, también nos define la certeza de que todo lo que vemos está generado y pagado por nuestro trabajo a través de los impuestos. Por todo ello, es natural tener reacciones viscerales hacia este tipo de conductas y exigir soluciones rápidas. Sin embargo, debemos entender que cuando no existen alternativas accesibles y atractivas de ocio, deporte y participación, es más fácil que una parte de la juventud derive en actitudes que generan rechazo o alarma social. Si cada vez se ofrecen menos espacios de encuentro que no estén mediados por el consumo, ¿qué margen real dejamos para que puedan relacionarse de forma saludable y aprender a convivir?
Hoy mismo se llamó a la policía municipal porque un grupo de jóvenes había saltado al campo de Matalablima para jugar al fútbol, todos perfectamente equipados, nada de una «pachanga» improvisada. Este hecho, que a primera vista se calificaría de incívico, refleja en realidad una carencia más básica: el deseo de organizarse, de compartir tiempo y afición, pero sin un contexto que lo facilite legalmente. En una ciudad donde acaba de ascender el Real Oviedo a primera división y el fútbol es una pasión transversal, ¿no deberíamos plantearnos si es lógico invertir en más vigilancia antes que en ampliar horarios y dotar de más recursos las instalaciones deportivas municipales?
La fractura social se hace cada vez más visible en pequeñas realidades cotidianas: quien puede permitirse el ocio comercial de Parque Principado y quien se queda en su barrio, a menudo sin más alternativa que la calle. Este desequilibrio constante alimenta la sensación de no pertenecer, de estar fuera del proyecto común de la ciudad. Al final, es la misma historia de siempre: desigualdad que luego se disfraza de problema de “conducta” individual.
No se trata de cargar toda la responsabilidad sobre el Ayuntamiento, que no es omnipotente. Pero tampoco podemos resignarnos a repetir fórmulas que no funcionan. Existen programaciones de invierno y verano impulsadas con buena intención por la concejalía de Centros Sociales, pero está claro que no terminan de conectar con la realidad de muchos jóvenes. Si año tras año se repiten sin evaluación ni adaptación, es lógico que no lleguen a quienes más lo necesitan. Debemos tener visión colectiva y confiar más en quien pisamos la calle.
En el caso de la piscina de La Monxina, las vías parecen reducidas a dos opciones. La primera, puramente reactiva: arreglar lo destrozado una y otra vez, aumentar restricciones, sancionar. La segunda, más ambiciosa: abordar los problemas estructurales de convivencia, la falta de redes comunitarias y la escasez de oportunidades educativas y de ocio que permitan a la juventud desarrollarse y sentir que cuentan.
Como Asociación, llevamos años dando vueltas en círculos con el vandalismo. Solo podemos pedir que reparen los daños y luego que vigilen, mientras nada cambia de base. Necesitamos algo más que parches: acceso a recursos estables, a proyectos de atención socioeducativa, a programas de prevención que impliquen a las familias y al propio vecindario (y al adyacente de donde surgen los problemas principales). Todo lo demás será pan para hoy y hambre para mañana.
Por supuesto, creemos que quienes vandalicen deben responsabilizarse y enmendar su error mediante trabajo comunitario. Pero si queremos tener una visión de futuro, hace falta un cambio de enfoque: la prevención, la educación en valores, la participación juvenil real y el derecho a un ocio digno y accesible. Solo así podremos dejar de mirar con resignación cada nueva noticia de conflicto y empezar a construir barrios donde todos, también los jóvenes, puedan sentir que importan.
David G. Nistal
AVV La Monxina